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Construimos este espacio virtual siguiendo una idea que partió del texto de Baudrillard. Luego de la lectura advertimos que realizar un blog con estas teorías sería algo realmente irónico, dada la visión negativa que Baudrillard nos ofrece sobre la realidad virtual. Por esta razón decidimos trasladar esa ironía a la navegación y la comprensión de nuestro blog. De esta forma deben ser comprendidos la mayoría de los links que aparecen en las entradas: como una visión que se opone al texto pero que al mismo tiempo lo ejemplifica y sustenta.

jueves, 21 de junio de 2007

CUENTA REGRESIVA

Así pues, la realidad, el mundo real, sólo habrá durado un tiempo, el imprescindible para que nuestra especie lo hiciera pasar por el filtro de la abstracción material del código y el cálculo.
En las sociedades demasiado rápidas, como la nuestra, el efecto de realidad se difumina.

Lo virtual no es más que la dilatación del cuerpo muerto de lo real, proliferación de un universo acabado, al que lo único que le queda es hiperrealizarse indefinidamente. Estamos en la fase acelerada de ese movimiento en el que todas las cosas «reales» están obligadas a vivir y morir.


Perseveramos, en efecto, en la deconstrucción cada vez más sofisticada de un mundo que ya no puede segregar su final. Así que todo puede prolongarse hasta el infinito. Ya no tenemos los medios para parar los procesos.

Historia sin deseo, sin pasión, sin tensión, sin acontecimiento auténtico, en la que el problema ya no es cambiar la vida, que era la utopía máxima, sino sobrevivir, que es la utopía mínima.

En el futuro todos estaremos condenados a conocer de antemano el vencimiento y las modalidades de nuestra muerte. Así que todos nos encontraremos en situación de
cuenta atrás.

De ahí la urgencia vital de permanecer a este lado de la ejecución del programa, de desprogramar el final.

MAQUINARIA MÁGICA


El despliegue tecnológico significaría que el hombre ha dejado de creer en su existencia propia y se ha decantado por una existencia virtual, un destino por procuración. Todos nuestros artefactos se convierten entonces en el lugar de la inexistencia del sujeto, de su deseo de inexistencia,
La técnica se convierte en una aventura maravillosa, tan maravillosa como monstruosa se ve desde el lado contrario. Se convierte en un arte de desaparecer. Más que la transformación del mundo, su finalidad sería la de un mundo autónomo.
El crimen perfecto habría consistido en inventar un mundo sin fallos y retirarse de él sin dejar huellas. Pero no lo conseguimos. Seguimos dejando por todas partes huellas -virus, lapsus, gérmenes y catástrofes-, signos de imperfección que son como la firma del hombre en el corazón del mundo artificial.
No sólo la Inteligencia Artificial, sino toda la elevada tecnología, ilustra el hecho de que, detrás de sus dobles y sus prótesis, sus clones biológicos y sus imágenes virtuales, el ser humano aprovecha para desaparecer.
Todas estas máquinas pueden ser llamadas virtuales, ya que son el filtro (en el doble sentido de la palabra) del poder virtual, el de la imagen, que casi siempre basta para nuestra felicidad.
Todas estas máquinas que quieren ser de interacción directa son de hecho de responsabilidad diferida.
Las máquinas devuelven al hombre una especie de libertad, le liberan del peso de su propia voluntad.
El circuito integrado se cierra sobre sí mismo, asegurando en cierto modo el desvanecimiento automático del mundo.
A la ilusión trágica del destino preferimos la ilusión metafísica del sujeto y el objeto, de lo verdadero y lo falso, del bien y el mal, de lo real y lo imaginario, pero, en una fase última, preferimos aún más la ilusión virtual, la de lo ni verdadero ni falso, del ni bien ni mal, la de una indiferenciación de lo real y lo referencial, la de una reconstrucción artificial del mundo en la que, al precio de un desencanto total, disfrutaremos de una inmunidad total.
Durante algún tiempo hemos mantenido el destino y la muerte a distancia, hoy refluyen a nosotros a través de las pantallas de la ciencia.
La triste consecuencia de todo eso es que ya no sabemos qué hacer con el mundo real.
Lo real está en paro técnico.

EL HORIZONTE DE LA DESAPARICIÓN


El hombre expulsa sin cesar lo que es, lo que siente, lo que significa ante sus propios ojos. Sea mediante el lenguaje, que tiene función de exorcismo, o mediante todos los artefactos técnicos que ha inventado, y en cuyo horizonte está a punto de desaparecer, en un proceso irreversible de transferencia y de sustitución.
El término acting-out resume perfectamente esta especie de energía que tiende a liberarse de algo, y sin duda de ella misma en primer lugar.
Ya no estamos alienados en el centro de una realidad conflictiva, somos expulsados, al contrario, por una realidad definitiva y no contradictoria.
Lévi-Strauss distinguía dos tipos de cultura: las que introyectan, absorben, devoran -las culturas antropofágicas-, y las que vomitan, eyectan, expulsan -las culturas antropoémicas, las culturas modernas-. Pero la nuestra, nuestra cultura contemporánea, parece realizar una brillante síntesis entre las dos, la del pensamiento en la Inteligencia Artificial.
Todo quedará a un tiempo acabado, realizado y expulsado al vacío. Entraremos, liberados de nosotros mismos, en el universo espectral y sin problemas. E-so es \a Gran Virtualidad.
En un mundo real, la muerte también se vuelve real, y segrega un pavor proporcionado. Mientras que en un mundo virtual nos ahorramos el nacimiento y la muerte, a la vez que una responsabilidad tan difusa y abrumadora que es imposible de asumir. Sin duda estamos dispuestos a pagar ese precio para ya no tener que ejercer perpetuamente la tarea aplastante de distinguir lo verdadero de lo falso, el bien del mal, etc.
¿Cuál es el deseo metafísico más radical, el goce espiritual más profundo? El de no estar ahí pero ver. Como Dios. Ya que Dios precisamente no existe, lo que le permite asistir al mundo en su ausencia.
Si puedo ver el mundo más allá de mi desaparición, es que soy inmortal.
Estrictamente hablando, la existencia, el ser y lo real son imposibles. La única solución a esta situación, aparte del recurso metafísico a una voluntad superior (la de Dios, que ya no funciona), es el crimen. El crimen está en el arranque de todas las culturas como el acting-out por excelencia.
Nosotros, obsesionados por la realidad objetiva, descargamos nuestra ilusión de ser sobre la técnica.


LA OTRA CARA DEL CRIMEN

Con lo Virtual, no sólo entramos en la era de la liquidación de lo Real y de lo Reverencial, sino también en la era del exterminio del Otro.
Es el equivalente de una purificación étnica que no sólo afectara a unas poblaciones concretas, sino que se encarnizara con todas las formas de alteridad.
La de la muerte —que se conjura con la terapia de mantenimiento artificial.
La del rostro y el cuerpo, que es acosada por la cirugía estética.
La del mundo, que se borra con la Realidad Virtual.
La de cada uno de nosotros, que será abolida un día con la clonación de las células individuales.
Y pura y simplemente la del otro, en vías de diluirse en la comunicación perpetua.
Si la información es el lugar del crimen perfecto contra la realidad, la comunicación es el lugar del crimen perfecto contra la alteridad.
Se acabó el otro: la comunicación.
Se acabó el enemigo: la negociación.
Se acabó el predador: la buena convivencia.
Se acabó la negatividad: la positividad absoluta.
Se acabó la muerte: la inmortalidad del clon.
Se acabó la alteridad: identidad y diferencia.
Se acabó la seducción: la indiferencia sexual.
Se acabó la ilusión: la hiperrealidad, la Virtual Reality
Se acabó el secreto: la transparencia.
Se acabó el destino.

viernes, 15 de junio de 2007

LA ILUSIÓN ABSOLUTA, CREADORA DEL MUNDO


El mundo sólo existe gracias a esta ilusión definitiva que es la del juego de las apariencias. No sólo metafísica: también en el orden físico, desde el origen, sea el que sea, el mundo aparece y desaparece perpetuamente.

Que el mundo sea ilusión proviene de su imperfección radical. Si todo hubiera sido perfecto, el mundo se limitaría a no existir, y si por desgracia acabara existiendo, dejaría simplemente de hacerlo. Todo lo que se proyecta más allá de esta ilusión, no es más que una fantasía justificativa.

No podemos proyectar en el mundo más orden o desorden del que hay. No podemos transformarlo más de lo que se transforma a sí mismo. Ahí está la debilidad de nuestra radicalidad histórica.


El exceso está en el mundo, no en nosotros.


La voluntad está atrapada por la libertad ilimitada que se le ha dado, y se presta a ello gracias a la ilusión de una determinación propia. Deseamos querer -ahí está el secreto- de la misma manera que deseamos creer, o deseamos poder, porque la idea de un mundo sin voluntad, sin creencia y sin poder nos resulta insoportable.

De todos modos, sea cual sea la voluntad, los acontecimientos posteriores dependerán siempre de lo fatal, es decir, de lo que os sucede, suerte o desdicha, por inadvertencia.


MUERTE REAL Y CRIMEN PERFECTO

Esto es la historia de un crimen, del asesinato de la realidad. Y del exterminio de una ilusión, la ilusión vital, la ilusión radical del mundo.

Para recuperar la huella de la nada, de la inconclusión, de la imperfección del crimen, hay que suprimir, por tanto, la realidad del mundo.
Es preciso que, detrás de cada fragmento de realidad, haya desaparecido algo para garantizar la continuidad de la nada. Ya no somos capaces de afrontar el dominio simbólico de la ausencia, estamos sumidos en la ilusión contraria, la ilusión, desencantada, de la proliferación de las pantallas y las imágenes.


La gran pregunta filosófica era: «¿Por qué existe algo en lugar de nada?»
Hoy, la auténtica pregunta es: «¿Por qué no existe nada en lugar de algo?»

La ausencia de las cosas por sí mismas, el hecho de que no se produzcan a pesar de lo que parezca, el hecho de que todo se esconda detrás de su propia apariencia y que, por tanto, no sea jamás idéntico a sí mismo, es la ilusión material del mundo.

No soportamos el vacío, ni el secreto, ni la apariencia pura.




La realidad ha sido expulsada de la realidad. Sólo la tecnología sigue tal vez uniendo los fragmentos dispersos de lo real.
La única incógnita que queda es saber hasta qué punto puede desrealizarse el mundo antes de sucumbir a su excesivamente escasa realidad, o, a la inversa, hasta qué punto puede hiperrealizarse antes de sucumbir bajo el exceso de realidad.


A través de la técnica, tal vez sea el mundo el que se ríe de nosotros, el objeto que nos seduce con la ilusión del poder que tenemos sobre él.

El problema de la verdad o de la realidad de este mundo lo hemos resuelto con la simulación técnica y con la profusión de imágenes en las que no hay nada que ver.

Ya nada quiere ser exactamente contemplado, sino sólo visualmente absorbido.
Todo el problema consiste, en las fronteras de la nada, en materializar esta nada, en las fronteras del vacío.
No ser sensible a este grado de irrealidad y de juego, de malicia y de espiritualidad irónica del lenguaje y del mundo, equivale, en efecto, a no ser capaz de vivir.


Así pues, todas las cosas se ofrecen sin la esperanza de ser otra cosa que la ilusión de sí mismas. Y está bien que sea así.
Menos mal que vivimos bajo la forma de una ilusión vital, bajo la forma de una ausencia, de una irrealidad, de una no inmediatez de las cosas.
Menos mal que la realidad no existe. Menos mal que el crimen nunca es perfecto.