Así pues, la realidad, el mundo real, sólo habrá durado un tiempo, el imprescindible para que nuestra especie lo hiciera pasar por el filtro de la abstracción material del código y el cálculo.
En las sociedades demasiado rápidas, como la nuestra, el efecto de realidad se difumina.
Lo virtual no es más que la dilatación del cuerpo muerto de lo real, proliferación de un universo acabado, al que lo único que le queda es hiperrealizarse indefinidamente. Estamos en la fase acelerada de ese movimiento en el que todas las cosas «reales» están obligadas a vivir y morir.
Perseveramos, en efecto, en la deconstrucción cada vez más sofisticada de un mundo que ya no puede segregar su final. Así que todo puede prolongarse hasta el infinito. Ya no tenemos los medios para parar los procesos.
Historia sin deseo, sin pasión, sin tensión, sin acontecimiento auténtico, en la que el problema ya no es cambiar la vida, que era la utopía máxima, sino sobrevivir, que es la utopía mínima.
En el futuro todos estaremos condenados a conocer de antemano el vencimiento y las modalidades de nuestra muerte. Así que todos nos encontraremos en situación de cuenta atrás.
De ahí la urgencia vital de permanecer a este lado de la ejecución del programa, de desprogramar el final.
En las sociedades demasiado rápidas, como la nuestra, el efecto de realidad se difumina.
Lo virtual no es más que la dilatación del cuerpo muerto de lo real, proliferación de un universo acabado, al que lo único que le queda es hiperrealizarse indefinidamente. Estamos en la fase acelerada de ese movimiento en el que todas las cosas «reales» están obligadas a vivir y morir.
Perseveramos, en efecto, en la deconstrucción cada vez más sofisticada de un mundo que ya no puede segregar su final. Así que todo puede prolongarse hasta el infinito. Ya no tenemos los medios para parar los procesos.
Historia sin deseo, sin pasión, sin tensión, sin acontecimiento auténtico, en la que el problema ya no es cambiar la vida, que era la utopía máxima, sino sobrevivir, que es la utopía mínima.
En el futuro todos estaremos condenados a conocer de antemano el vencimiento y las modalidades de nuestra muerte. Así que todos nos encontraremos en situación de cuenta atrás.
De ahí la urgencia vital de permanecer a este lado de la ejecución del programa, de desprogramar el final.
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